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El cuerpo es el instrumento del alma: el comienzo de Todo puede ser sādhana

El comienzo de este espacio corresponde, asimismo, con un nuevo comienzo en mi vida personal, en un momento en el que estaba buscando mover mi cuerpo sin que esto se viera aislado de una profunda conexión con mi interior: mis emociones, mis estados de ánimo, mi deseo de procurar por mi bienestar en todas sus dimensiones y mi autoconocimiento. Gracias a esto me di cuenta que podía reunir y describir todas estas búsquedas en un solo camino: el del despertar espiritual.

Realmente fue difícil nombrarlo así inicialmente puesto que dentro de mis creencias no considero ningún tipo de religiones, personalmente no creo en un dios, de hecho me consideraba a mí misma como una persona descreída, pero luego entendí que esto resultaba incoherente porque siempre he creído en algo: en la vida, en el azar, en los misterios del universo e incluso en mis propias ficciones... así que este despertar espiritual lo comprendo más desde lo que significa la palabra espíritu en sus diversas acepciones: el alma, lo inmaterial, la esencia, lo íntimo, la vivacidad, lo sutil, la sustancia... este camino es una forma de vivenciar y resignificar mi cuerpo, mi cuerpo como la voz de mi alma y de mi mente, y por tanto, también una nueva manera de entender lo que hasta ahora conocía y experimentaba como mi salud mental, que por supuesto ha sido permeado por mis comprensiones como psicóloga.


En respuesta al inicio de este camino, de este deseo, comencé a buscar clases de baile, pensando en lo mucho que he querido hacer más conscientes mis movimientos, pero también soltar mi cuerpo y con ello un mundo de limitaciones que yo misma me he creado - especialmente en los últimos dos años - y de esta forma, propiciarme un espacio para la dicha, ya que la música siempre ha sido para mí fuente de vida y expresión. Sin embargo, debido al contexto en el que estábamos inmersos con el inicio de la pandemia, no era prudente asistir a clases presenciales. Pero en el transcurso de las flexibilidades consideradas frente al confinamiento y porque la vida nunca se detiene, aproveché que ya se estaban generando posibilidades para abrir algunos espacios con aforo limitado y me animé a inscribirme en un semillero de teatro cerca a mi casa; asistí a dos clases y las disfruté muchísimo, me encantaba la idea de darme la oportunidad para el juego y la improvisación y acercarme, como siempre he querido, al maravilloso universo del arte; pero también comprendí que aún no estaba lista para compartir al exterior todas esas elaboraciones internas que propicia el ejercicio del teatro en el psiquismo de cualquier persona. Requería un espacio más íntimo.


Fue entonces cuando decidí continuar mi práctica olvidada del yoga. En el pasado siempre aproveché las oportunidades para asistir a clases de esta práctica; en mis intentos por frecuentar con disciplina los gimnasios a los que me inscribía y que fallidamente resultaba por abandonar, siempre preferí las clases de baile y de yoga como la mejor alternativa para ejercitarme. Me aburría la monotonía de los circuitos en las máquinas y el ejercicio fragmentado del cuerpo ("hoy es día de pierna/brazo/espalda/tren inferior/tren superior") . Disfrutaba más de los ejercicios funcionales, esos en los que mi propio cuerpo determinaba el nivel de dificultad y donde todos mis músculos se vieran involucrados. También intenté con el crossfit, estuve alrededor de tres o cuatro meses practicándolo durante el año de 2015, lo disfruté mucho, me retaba y me seducía ese sistema de ir logrando cada vez una mejor técnica, levantando mayores pesos y logrando mejores tiempos. Pero no dejaba de estar presente esa monotonía que también sentía en los gimnasios y de alguna manera también me veía sobrepasando mis propios límites, refiriéndome aquí al exceso en relación con mis capacidades. Así que, al retomar el yoga, me di cuenta que disfruto la práctica, su invitación a la fluidez de mi cuerpo y cómo al estar la respiración (prana) profundamente implicada en cada movimiento, hago consciente cada uno de ellos, sintiendo mi dolor, mi falta de flexibilidad, mi ansiedad entre cada asana (posturas), mi falta de equilibrio. Entonces entendí como todo esto habla de mi ser: mis dolores emocionales y psíquicos aún no resueltos, mi afán de control, mi angustia y mi continuo proceso de encontrar un balance en todas las dimensiones de mi vida en medio de la incertidumbre.


"El cuerpo es el instrumento del alma", es una frase atribuida a Aristóteles que leí por ahí recientemente. Esta frase describe lo que me permitió descubrir el yoga, en cómo mi alma se sirve de mi cuerpo para manifestarse y que ahora está siendo mejor escuchada, pues no es el pensamiento o la razón su único recurso. De hecho, es poner en segundo plano mi pensamiento, lo que me ha permitido realizar esta escucha cada vez más consciente, cada vez más profunda e integrada de mi ser. Pero más allá de esto, mi curiosidad por comprender el propósito del yoga me ha brindado tener una mejor relación con el exterior y comprender que cada actividad que realizo en mi día a día puede - o no - brindarme bienestar. A partir del nombre de las posturas: el saludo al sol (Sūria Namaskār) o el saludo a la luna (Chandra Namaskār) por ejemplo, encuentro belleza, encuentro sentido y una constante invitación a no dar por sentado lo que aparenta ser simple, trivial y cotidiano; a dar importancia al sentimiento de gratitud ante la maravillosa oportunidad de pertenecer a esta inmensidad que es la tierra y el universo.


Reuniendo todo esto, y buscando nombrar mi proceso personal no como un despertar espiritual, sino de forma tal que puediera sentirlo más afín a mi esencia, me encuentro con una bella palabra: sādhana. Y a partir de este hallazgo nace también mi deseo por volver a escribir y por compartir el inicio de este camino, de esta búsqueda incesante de sentido, de propósito y de bienestar en todas sus dimensiones.


"Cuando decimos "sādhana" no nos referimos a un aspecto en particular. Hablamos de utilizar cualquier aspecto de la vida - interno y externo - como un continuo cuidado de la misma. Debido a que la naturaleza misma del ser humano es tal, a menos que haya cierto dinamismo, algún movimiento en su vida en dirección al mejoramiento dentro y fuera de sí, se sentirá frustrado. Tendrá que moverse hacia una y otras nuevas posibilidades. Sādhana es lo que facilita esto.

Todo puede ser sādhana. La forma en que te alimentas, la forma en que te sientas, la forma en que te paras, en que respiras, la forma en la que conduces tu cuerpo, tu mente y tus energías y emociones - esto es sādhana. Sādhana no significa un tipo de actividad en específico, sādhana significa que estás usando todo como una herramienta para tu bienestar."*


Sadhguru.


*Fuente: https://isha.sadhguru.org/global/en/wisdom/article/the-what-why-of-sadhana




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